Dios desea que todas las personas sean rescatadas de un futuro en el infierno, para que puedan pasar la eternidad con Él.
1 Timoteo 2.1-6
Un domingo por la mañana, hace varios años, una señora pasó al frente en la iglesia cuando invité a las personas a recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Mientras hablábamos, me dijo que se convirtió a Cristo cuando era niña, pero que nunca estuvo segura de que era salva, porque seguía luchando con el pecado. Su historia de dudas es común, pero de acuerdo con la Palabra de Dios, los creyentes pueden estar seguros de su salvación. Dios desea que todas las personas sean rescatadas de un futuro en el infierno, para que puedan pasar la eternidad con Él (1 Ti 2.4). Por eso diseñó un plan para nuestra salvación. Dado que el castigo que merecemos por nuestros pecados es la muerte y la separación eterna de Dios Padre, envió a su Hijo para cargar con nuestros pecados y morir en nuestro lugar. Cristo llevó nuestro castigo para que pudiéramos ser rescatados (1 P 2.24). Y este asombroso e inmerecido regalo nos lo ofrece la fe.
Si creemos en Jesucristo y confiamos en su muerte por nosotros, Dios perdona todos nuestros pecados: pasados, presentes y futuros. Esta es la única manera en que podemos ser salvos, porque ninguna de nuestras buenas obras puede compensar nuestra deuda por el pecado. De hecho, es todo lo contrario. El apóstol Pablo dijo que la salvación “no es por obra, para que nadie se gloríe” (Ef 2.9). Toda la gloria por este maravilloso plan de redención le pertenece al Padre celestial. Él es nuestro Dios misericordioso que no solo quiere que seamos salvos, sino que también ha hecho posible que esto suceda, enviando a su Hijo a morir por nuestro pecado.
Devocional original de Ministerios En Contacto