El Padre nos ha predestinado para que seamos conformados a la imagen de su Hijo.
1 Pedro 1.13-16
Primera de Pedro 1.16 dice: “Sed santos, porque yo soy santo”. ¡Esta es una orden abrumadora! Pero eso es exactamente lo que el Señor quiere hacer en nosotros —hacernos santos. Su grandioso plan puede resumirse en una palabra: santificación. Este es el proceso de tres fases por medio del cual nos aparta para sus propósitos.
La primera fase se produce en el momento de nuestra salvación. Cuando Dios nos declara justos, somos santos posicionalmente. La segunda fase es un avance en el crecimiento, al poner nosotros cada vez más en práctica lo que ya somos según la nueva posición que tenemos en la familia de Dios. Este proceso continuará durante todo el tiempo que vivamos en este mundo.
El Padre nos ha predestinado para que seamos conformados a la imagen de su Hijo (Ro 8.29) y Él está trabajando continuamente para moldear nuestro carácter, conducta y conversación. Aunque Dios es quien lleva a cabo la transformación, tenemos cierta responsabilidad en el proceso. Si no cooperamos con Él, el mundo nos influenciará, y desaprovecharemos los grandes planes que Él tiene para nosotros.
La tercera fase de la santificación es nuestra perfección final, cuando tendremos la santidad absoluta. Cuando muramos físicamente, el alma y el espíritu serán liberados del pecado y, en la resurrección, nuestros cuerpos serán perfeccionados. Seremos irreprochables y sin mancha delante de Cristo.
Si pudiéramos echar un vistazo a lo que será la tercera fase, no nos quejaríamos del difícil proceso de la santificación que sufrimos ahora. Nuestros ojos estarían fijos en la meta y nuestra mayor motivación sería glorificar a Dios y someternos a su voluntad para que nos transforme.
Devocional original de Ministerios En Contacto