Porque Dios quiere que sus hijos experimenten la victoria, nos dota con el Espíritu Santo.
Juan 16.5-15
Cuando el Señor dijo a sus discípulos que se iría, Pedro no lo tomó bien, ¡y reprendió al Salvador! ( Mt 16. 21-23). Al impulsivo discípulo se le hizo difícil obedecer cuando el Señor estaba a metros de distancia; ¿cuánto más difícil serían la obediencia y la lealtad si Cristo no estuviera presente físicamente? Podemos entender el miedo de los discípulos. Pero el Señor prometió dejarlos a ellos, y a nosotros, con un Ayudador. Durante muchos años tuve la idea de que aunque mi salvación era por fe, la aprobación de Dios tenía que ganarla. Así que me esforzaba, pero nunca sentía que fuera lo bastante bueno. Luchaba, fallaba, lo intentaba de nuevo, y fallaba otra vez. Le doy gracias a Dios por llevarme a la verdad.
Porque Dios quiere que sus hijos experimenten la victoria, nos dota con el Espíritu Santo. Cuando nos entregamos a Él, el Padre nos da poder, nos guía y manifiesta los caminos de Jesucristo a través de nuestro carácter, conversación y conducta. En papel, esto parece una especie de existencia pasiva, pero de hecho, nos enfrentamos cada instante a la responsabilidad de decidir si seguiremos los impulsos del Espíritu Santo, o actuaremos con nuestras propias fuerzas. Esto último termina con frecuencia en desesperación, desastre, o en ambas cosas. Piense en los días cuando está “demasiado ocupado para orar”, o en las veces que ha pensado: ¿Por qué molestar a Dios si no es necesario por ahora? La verdad es que entonces tiene su confianza puesta en usted. Pero aun cuando la vida sea rutinaria y aburrida, el Padre quiere que dependamos de su Espíritu para guiarnos por el camino correcto.
Devocional original de Ministerios En Contacto