Nuestro futuro en el cielo depende de nuestra fe en Cristo, no de nuestras obras.

Juan 3.1-16

La vida es como una escalera que subimos hasta el día que morimos. Sería una pena si nos detuviéramos y nunca progresáramos. Pero podría ser aún más desastroso si colocáramos nuestra escalera en la pared equivocada y después de toda una vida escalando descubriéramos que hemos perdido los años que nos fueron dados. Nicodemo pudo haberse sentido así después de hablar con el Señor. Había llegado a lo más prestigioso del judaísmo, y era conocido como “el maestro de Israel” (Juan 3.10). Sin embargo, el Señor le dijo que vería el reino de Dios solo si nacía de nuevo. Todas sus buenas obras, sus amplios conocimientos y sus grandes logros no servían de nada. Nicodemo se dio cuenta de inmediato de que, así como no había hecho nada para provocar su primer nacimiento, tampoco podía hacer nada para volver a nacer. Sus esperanzas de vida eterna se desvanecieron.

Antes de que Nicodemo estuviera listo para escuchar la buena nueva, tenía que vaciarse de la confianza en sí mismo y de sus logros para reconocer su necesidad de un Salvador. Su escalera se vino abajo, y tenía que nacer del Espíritu si esperaba alcanzar el reino de los cielos. ¿Dónde ha colocado usted su escalera? ¿Le ha vaciado Dios para poder llenarle de nuevo? Aunque no hay nada que podamos hacer para nacer de nuevo —ninguna buena obra o servicio religioso— hay algo que podemos creer. Dios quiere que veamos su santidad y nos demos cuenta de lo lejos que estamos de su estándar perfecto. Entonces, si venimos quebrantados y contritos a Cristo, con fe en que su muerte pagó la deuda de nuestro pecado, naceremos de nuevo y un día veremos el reino de los cielos.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Es necesario nacer de nuevo

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