
Versículo:
“Luego Saúl vistió a David con su uniforme de campaña. Le entregó también un casco de bronce y le puso una coraza. 39 David se ciñó la espada sobre la armadura e intentó caminar, pero no pudo porque no estaba acostumbrado…”
(1 Samuel 17:38-39 NVI)
¿Qué habría sucedido si David hubiera salido al encuentro de Goliat sujetándose a los términos de su enemigo, con toda la armadura y todas las armas de Saúl encima? Habría perdido, porque él no sabía manejar una espada. De hecho, es probable que nunca hubiera tocado siquiera una en toda su vida. David era pastor. La espada habría significado una gran amenaza para él, más que para el mismo Goliat, porque se habría herido a sí mismo. Pero con su honda, David era un enemigo mortal.
En aquellos tiempos la armadura de un guerrero tenía una gran relevancia, ya que reflejaba el carácter, la fuerza y la valentía que poseían. Cuando David aceptó el reto de luchar contra Goliat, inmediatamente el rey Saúl lo vistió con su propia armadura.
David no se sintió cómodo. No estaba acostumbrado a manejarla y lanzó un contundente “¡No puedo andar con todo esto, no estoy entrenado para ello!”, antes de quitársela. Aquella decisión aunque pareció precipitada, surgió luego de una intensa batalla en su mente.
David se encontró́ en una encrucijada. Tenía que tomar una decisión. Y era una decisión que determinaría su destino. Podía entrar en batalla como Saúl, llevando la armadura, la espada y el escudo de Saúl, o podía entrar en batalla como él mismo; como un pastor armado de una honda. Y David decidió́ no revestirse de la armadura de Saúl, ni empuñar la espada de Saúl por una razón muy bienaventurada: él no era Saúl. David decidió́ ser David.
Esta decisión es a la que te enfrentas todos los días de tu vida: puedes escoger entre fingir ser alguien más o decidir ser quien Dios dice que eres. Quitarte la armadura de Saúl y salir a la batalla con tu honda y tus piedras demandará de ti un mayor nivel de valentía, siempre y cuando salgas en el nombre de Jehová de los ejércitos así como hizo David, tienes la victoria garantizada.
Tú no eres alguien más. No hay nadie en este mundo igual a ti. Posees características exclusivas en tu ADN, los cromosomas necesarios para ser exactamente la persona que Dios quería que fueras. Eres incalculablemente único y precisamente por esa razón, debes aceptarte a ti mismo y dejar a un lado las imitaciones y comparaciones que solo traerán frustración. Dios te capacita para vencer a tus gigantes, sin importar qué tan grandes sean.
Basado en el libro “Destino Divino” de Mark Batterson. Descarga Una Muestra gratis del libro: Editorial Vida.