“Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sión, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor” Jeremías 31:12.
Casi todos tenemos un abuelo o bisabuelo inmigrante europeo. Estas personas de bien le dieron valor a la tierra, y era común ver algún italiano, en el jardín de su casa, destinar una parcela para usarla como huerta. Si tenemos la posibilidad de acercarnos a un jardín así, albajar el sol, podremos disfrutar los aromas y colores más hermosos junto a la suave humedad del suelo en un ambiente de verdor y exquisitos frutos. Esto nos lleva a pensar en las segundas oportunidades y de cómo Dios puede transformar una derrota en plenitud. Tal vez esta misma persona que cuidaba su huerta con tanto amor, venía de sufrir la peor de las guerras. Tal vez había llorado desconsoladamente la muerte de sus seres queridos más cercanos. Sin embargo, su valentía lo empujó a tomar una determinación y salir del dolor. Es ahí cuando Dios puede obrar en un corazón y llevarlo hacia su nuevo destino. Hoy quien lloraba junto a paredes derrumbadas, puede sentarse al atardecer a disfrutar del perfume de un jardín lleno de esperanza y el cariño de sus nietos. Cuando Dios nos restaura, nuestra alma comienza a dar frutos.
Dios le había dado al pueblo de Israel esta promesa cuando estaban en la cautividad, lejos de su tierra y añorando las bendiciones pasadas. El pueblo de Dios regresaría a su heredad como el peregrino cansado y sediento que divisa un oasis y corre jubiloso a las aguas. Atrás quedarían las lágrimas de la esclavitud. Atrás quedaría la pobreza, la derrota y la indignidad. Sin embargo, para pasar de la esclavitud a la promesa, tuvieron que ampararse en el estandarte de la fe aún en tiempos donde reinaba el paganismo en una tierra extraña. Y
aunque la vuelta a Jerusalén no fue nada fácil, las promesas de Dios, siempre se cumplen. Quizás, así como los israelitas en el cautiverio, estás lamentándote por lo que has perdido. Las bendiciones pasadas, la abundancia material, el gozo, tu lugar de privilegio, etc… Si todo eso ha quedado atrás, y te sientes desolado, dolido, es tiempo de volverte a Dios de todo corazón. Y pronto tu alma seca se convertirá en un huerto de riego.
Por tanto, es tiempo de orar y bendecir a quienes nos han herido (Job 42:10, Ezequiel 11:14- 20, Zacarías 8), entender que todavía Dios puede hacer un milagro en nuestra vida si le creemos y seguimos a Jesús. El agua del Espíritu Santo puede inundar tu corazón y sanar tu dolor. Dios te va a restaurar si eres valiente y le entregas tu pasado y tu dolor. Así como tantas veces leemos en la Biblia que Dios se ocupa de su pueblo, así también lo hará contigo. No permitas que el pasado siga frenando las promesas que esperan cumplirse en tu vida. Dale la oportunidad sincera a Dios para que te conduzca hacia lo nuevo. Permite que el Espíritu Santo sane tus heridas y haz todo lo que esté a tu alcance para cortar con el dolor. ¡Dios quiere restaurar tu vida y no parará hasta verte totalmente en plenitud!
Devocional original de Claudio Freidzon