Dios quiere que clamemos a Él y que traigamos nuestras peticiones a sus pies.
Marcos 11.20-24
Si usted le pidió algo a Dios y nunca recibió lo que deseaba, es comprensible que pueda preguntarse si Dios le escuchó en realidad. ¿Recuerda haber pensando alguna vez: ¿Qué pasó, Señor? Dijiste que si te pedía con fe, lo harías. ¿No me escuchaste?
Deténgase para pensar en esta pregunta: ¿Puede recordar alguna ocasión en que trajo una petición al Señor y al parecer no fue contestada? ¿Cuál fue la situación? ¿Qué pidió en su oración? ¿Qué dijo a otros en cuanto a esa oración? ¿Que hizo al respecto?
Creo que una de las razones más comunes por las que experimentamos una crisis de fe es que nuestras palabras y nuestra actitud no armonizan. Nos decimos que estamos orando al Padre celestial, buscando su voluntad y pidiendo su intervención, pero lo que realmente estamos haciendo es quejándonos a Él.
Le decimos: “Señor, realmente metí la pata”, o “No merezco esto”. Podemos decirle, también: “¿Cómo sucedió esto?” O, quizás, incluso, clamar: “¿Por qué permitiste que esto sucediera?”. Nos lamentamos llenos de angustia por la situación, y después le pedimos a Dios que la arregle. ¿Es esta una oración que honra a Dios?
En Marcos 11.24 Jesús enseña que si pedimos algo, debemos creer en nuestro corazón que ya ha sido concedido. Este nivel de fe no se encuentra en nuestros lamentos sino en nuestras alabanzas. Dios quiere que clamemos a Él y que traigamos nuestras peticiones a sus pies (1 P 5.7). Pero debemos hacerlo de una manera que se centre en la gloria de Dios, no en la nuestra.
Devocional original de Ministerios En Contacto