Las dificultades y el sufrimiento pueden hacer que queramos rendirnos y caer en la autoconmiseración.
Filipenses 1.12-26
Las dificultades y el sufrimiento pueden hacer que queramos rendirnos y caer en la autoconmiseración. Si no podemos encontrar una salida a nuestra prueba y no hay alivio a la vista, podemos llegar a la conclusión de que Dios no libera a su pueblo como lo prometió. En momentos como esos, el problema no se trata del Señor, sino de nuestro entendimiento de la liberación que Él da. El apóstol Pablo escribió su epístola a los filipenses mientras estaba encadenado y custodiado en una cárcel romana, sin sentir lástima de sí mismo. A lo largo de la carta, pudo mirar más allá de sus circunstancias y regocijarse en Cristo. A pesar de que no estaba siendo liberado, innumerables personas estaban siendo salvas. Todos los guardias escucharon el evangelio, y el ejemplo del apóstol dio a los creyentes la valentía para proclamar a Cristo sin temor. La liberación de Dios no siempre coincide con nuestras expectativas:
A veces, Dios nos saca de una situación para que no tengamos que enfrentarla más. Esta es la solución que todos queremos, pero no es su único método.
En otras ocasiones, puede elegir fortalecernos por medio de nuestras dificultades. Nuestra circunstancia no cambia, pero Dios nos sostiene en ella, lo que nos permite confiar en el Padre celestial en cada paso del camino.
Por último, Dios puede darnos liberación eterna a través de la muerte. El apóstol Pablo dijo que partir y estar con Cristo sería “mucho mejor” (Fil 1.23), aunque esta es, a menudo, la opción que más tememos.
Cuando su aflicción se prolongue, hágase estas preguntas: ¿Qué está haciendo Dios en mí? y ¿Qué está haciendo en la vida de otras personas por medio de esta situación? Podemos confiar en el Señor, sin importar cómo nos libere.
Devocional original de Ministerios En Contacto