Deberíamos sentir curiosidad como los profetas, que buscaban saber más acerca de Cristo y del sacrificio que hizo por amor a nosotros.
1 Pedro 1.10-12
Si ha leído la Biblia, es probable que se haya dado cuenta de que la revelación divina es progresiva. Fue en el transcurso de cientos de años que Dios dio al hombre indicaciones de su plan de reconciliación. Por eso, como lo indica el pasaje de hoy, los profetas del Antiguo Testamento podían hablar de la salvación que tenemos en Cristo, aunque no la entendieran por completo. Era como si estuvieran mirando una cordillera distante, sin saber la distancia. Isaías es un buen ejemplo de esto. Escribió sobre el Mesías de Israel como un rey que gobernaría sobre un mundo restaurado (Is 9.6, 7; 11.1-10); sin embargo, en el capítulo 53 lo describió como un siervo que sufría por saber que moriría.
Aunque Isaías no hubiera podido captar el significado pleno detrás de las palabras que el Espíritu de Dios lo movió a registrar, la revelación posterior nos da una imagen más completa. Sabemos que Jesucristo vino la primera vez para sacrificarse por nuestros pecados, y un día regresará en gloria para gobernar el mundo entero como Rey de reyes. Lo que es aun más asombroso, es que los ángeles anhelan ver esta salvación, que tan a menudo no valoramos y vemos como la puerta por la cual entramos al cielo. Tal pensamiento simplista revela que, en realidad, no entendemos el alcance de lo que ocurrió en la cruz y cómo afectó nuestra salvación.
Deberíamos sentir curiosidad como los profetas, que buscaban saber más acerca de Cristo y del sacrificio que hizo por amor a nosotros. Cuando hagamos de eso una prioridad, sabremos más acerca de nuestro Salvador y de la salvación, y nuestro temor reverente y amor por Él aumentarán.
Devocional original de Ministerios En Contacto