Escuchar la voz de Dios y estar en armonía con su Espíritu es vital para andar por fe.

Romanos 6.22, 23

En el momento que confiamos en Jesús como Señor y Salvador, iniciamos una vida de fe. Es decir, vivimos con la seguridad de que Dios es quien dice ser, y que hará todo lo que promete. La salvación es instantánea, pero se necesita toda una vida para aprender y comprender lo que eso implica.

En cuanto somos salvos, Dios comienza el proceso de santificación, enseñándonos a ser como Él. Es un proceso, ya que toma tiempo aprender a andar por fe, confiando en lo que no podemos ver.

Aun cuando el Espíritu de Dios vive en nosotros, luchamos con nuestra carne. Si bien deseamos hacer lo que Dios dice y ver lo que Él ve, flaqueamos debido a nuestra naturaleza pecaminosa y luchamos con nuestras propias fuerzas, de acuerdo con nuestro razonamiento. De manera que, debemos decidir cada día seguir la dirección de Dios.

Una de las cosas más importantes para madurar en la fe es aprender a escuchar a nuestro Padre celestial. Puesto que hacerlo no es una tendencia natural, es necesaria la disciplina. Lo mejor es fijar una hora específica cada día para meditar en la Palabra de Dios. Espere con ansias que Jesús le hable, y escuche lo que Él le diga. Escriba notas en su Biblia, asentando la fecha y lo que el Señor le ha inspirado. Después, aplique la verdad que ha aprendido y observe los resultados.

Escuchar la voz de Dios y estar en armonía con su Espíritu es vital para andar por fe. Pero estas cosas no ocurren por casualidad, requieren persistencia. Al igual que con el ejercicio físico, cuanto más fortalecemos nuestros “músculos” espirituales, más natural será en nosotros el proceso.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Las demandas de la fe

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