Dios enlaza la santidad —entre otras cosas— con la honra al padre y a la madre.
Levítico 19.1-3
Dios espera grandes cosas de los hijos y de los padres. En el pasaje de hoy, Él enlaza la santidad —entre otras cosas— con la honra al padre y a la madre. De hecho, el Antiguo Testamento contiene severas advertencias en contra de la falta de respeto y la desobediencia a los padres (Éx 21.15; Dt 21.18-21).
El Señor sabía que los hijos rebeldes que escapan de la disciplina por sus malas acciones podían llevar a una sociedad al caos. Basta con mirar a nuestro alrededor. Lamentablemente, no es muy difícil encontrar adultos que no toman en cuenta la ley de Dios, que no les importa la disciplina y que no enseñan a sus hijos principios espirituales, morales ni éticos. Cuando permitimos que los hijos se salgan con la suya por desobedientes, estamos eludiendo la responsabilidad que Dios nos ha dado como padres.
Cuando los padres son firmes de manera amorosa y disciplinan a sus hijos, se colocan en una posición de recta autoridad. Pasar por alto la desobediencia o la falta de respeto es restar importancia a la Palabra de Dios. Un hijo que no respeta a sus padres ha desobedecido las Sagradas Escrituras (Éx 20.12). Pero no solamente el hijo ha pecado, sino también el padre que ha permitido la falta. Además, se ha abierto la puerta para que el hijo cuestione el resto de la ley de Dios: Si esa norma no es importante, puede ser que las otras tampoco lo sean.
Honre a su madre, y si usted es una madre, sea digna de la estima de sus hijos. Espere obediencia y respeto de ellos, ya sean pequeños, adolescentes o adultos. Dios le ha hecho a usted responsable de sus hijos, por tanto, honre al Señor dándoles un buen ejemplo.
Devocional original de Ministerios En Contacto