La salvación puede definirse como la obra de la gracia de Dios mediante la cual nuestros pecados son perdonados y recibimos el regalo de vida eterna.

Tito 3.4-7

A los seres humanos nos gusta pensar que somos buenos. Por eso a mucha gente le resulta difícil reconocer que son pecadores incapaces de salvarse solos. Incluso si admiten su necesidad de un Salvador, quieren creer que algo en ellos les hace dignos de ser salvos. La salvación puede definirse como la obra de la gracia de Dios mediante la cual nuestros pecados son perdonados y recibimos el regalo de vida eterna. Esto significa que no somos salvos por nuestras obras, sino por el amor de Dios y su favor inmerecido. Cuando Cristo murió, pagó nuestra deuda de pecado en su totalidad, y abrió la puerta para que la humanidad fuera salvada. Y aunque la salvación es un regalo de Dios, no nos pertenece hasta que la aceptamos. Para ello, debemos reaccionar ante la invitación de Dios de las siguientes maneras:

Con fe. La fe que salva es la confianza en Cristo como el Hijo de Dios para el perdón de los pecados y la vida eterna (1 Jn 5.13).

Con sumisión. Cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, estamos reconociendo que es el Señor (Ro 10.9, 10). Esto significa que tiene la autoridad para guiar y gobernar nuestra vida de acuerdo con su voluntad.

Con arrepentimiento. Si Cristo es nuestro Salvador y Señor, entonces debemos apartarnos de nuestra antigua manera de vivir (Hch 2.38). Ahora detestamos el pecado y anhelamos la pureza. Aunque a veces resurgen patrones de nuestra vieja naturaleza carnal, cada vez que caemos tenemos el privilegio de recurrir a Dios en busca de perdón y limpieza (1 Jn 1.9).

¿Ha recibido el regalo de la salvación de Dios? Le invito a hacerlo hoy.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Lo que se requiere para ser salvo

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