Justo cuando pensamos que estamos creciendo en nuestra comprensión de Dios, sucede algo que nos hace preguntarnos si lo conocemos bien.
1 Corintios 2.6-16
Justo cuando pensamos que estamos creciendo en nuestra comprensión de Dios, sucede algo que nos hace preguntarnos si lo conocemos bien. Tal vez fue una petición de oración sin respuesta, un accidente, una enfermedad o alguna pérdida lo que sacudió nuestra fe. ¿Qué debemos pensar cuando nuestras experiencias parecen contradecir la comprensión que tenemos de Dios? Esta verdad básica puede sonar paradójica, pero somos sabios al mantenerla en primer plano de nuestro pensamiento. Nuestro Dios está mucho más allá de la comprensión humana, pero quiere que lo conozcamos y entendamos sus caminos. Incluso el apóstol Pablo, que tenía una relación estrecha con Dios, exclamó: “¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor?” (Ro 11. 33, 34).
Entonces, ¿cómo podemos conocer a nuestro Dios insondable? Solo es posible si se nos revela, lo que ha hecho hasta el día de hoy. En todo creyente habita el Espíritu Santo, “para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Co 2.12). Por eso, el apóstol Pablo dijo: “Nosotros tenemos la mente de Cristo” (v. 16). Aunque nunca sabremos o entenderemos todo lo que Dios hace, podemos estar seguros de que, cuando leemos la Biblia y andamos en obediencia al Espíritu Santo, Él nos enseña sus caminos. Tenemos un tesoro invaluable dentro de nosotros. El Espíritu Santo es la única razón por la que podemos entender los conceptos espirituales que están ocultos para quienes no conocen a Cristo. Pero con este privilegio viene la responsabilidad de dejar que la Palabra de Dios habite con abundancia en nosotros, porque así es como el Espíritu nos enseña los caminos del Padre.
Devocional original de Ministerios En Contacto