Acepta el reto, el desafío de seguir hacia adelante.
“Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.” Génesis 22:1-2
La biblia dice que, cuando Dios le dijo esto a Abraham, él se levantó en la mañana, preparó lo que necesitaba para el holocausto, fue al monte, levantó el cuchillo y, cuando lo levanta, Dios lo detiene. Aunque Dios había detenido a Abraham de que sacrificara a su hijo, ya él lo había hecho en su corazón, porque estuvo dispuesto a entregarle a Dios lo que Él le había dado; en su corazón, Abraham había sacrificado a su único hijo, a quien amaba.
“Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.” Génesis 22:12
Comparando los versos 2 y 12, en el segundo, Dios omite unas palabras que menciona en el primero. A veces, lo más poderoso en la vida no son las palabras que se dicen, sino las que no se dicen. En Génesis 22:2, Dios le dice a Abraham, que sacrifique a su único hijo, a quien amaba, y en el verso 12 le dice las mismas palabras, pero omite decir: A quien amas. Con esto, Dios reconoce que, para Abraham, no hay nadie más importante y que ame más que a Dios.
No hay mejor forma de demostrarle amor a alguien, que a través de un sacrificio. Y Abraham, con este acto, le había probado a Dios que le amaba a Él por encima de su propio hijo, Isaac. Eso es todo lo que Dios siempre ha querido, desde el principio de la creación: Tener hijos que le amen por encima de todo. Él siempre ha querido que le muestres cuánto le amas. Podrás decirle a Dios cuánto le amas, pero no hay verdadera demostración de amor, hasta que no está ese sacrificio, ese esfuerzo, esa dedicación, esa entrega en su totalidad.
A veces, y aunque no te has dado cuenta, una de las cosas que hace que no aceptes el reto del sacrificio, es el pasado; específicamente, las decepciones que has tenido en el pasado. Todos, de alguna manera u otra, en alguna ocasión, hemos hecho algún esfuerzo o lo que se considera un gran sacrificio por algo o alguien, y no hemos obtenido los resultados que esperábamos.
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” Gálatas 6:9
En otras palabras, Pablo está diciendo: No te rindas, no te quites. Va a haber frustraciones, decepciones en el camino, vas a encontrarte con gente que no te va a apreciar y que no está dispuesta a hacer lo que tú estás dispuesto a hacer. Pero no te quites, no te rindas, sigue ahí, sigue hacia delante, sigue haciendo. La verdad es que es muy probable que, de alguna manera u otra, en alguna ocasión, hayas sentido la frustración de haber perdido el tiempo. Piensas: Tanto que entregué a esta persona, tanto que di, tanto que entregue a este negocio, a este lugar, tanto que hice, y mira cómo me pagan, mira lo que me pasa. Entonces, a raíz de esto, comienzas a tener temor a ese esfuerzo o sacrificio que se demandará de ti en múltiples ocasiones en la vida, para poder alcanzar lo que Dios tiene para ti. Es imposible que pienses que con poco esfuerzo o sin sacrificio podrás alcanzar grandes cosas para Dios.
Tal vez tú te has sentido como que alguien se ha ganado tu corona, después de todo el esfuerzo y el sacrificio que has hecho para llegar a tenerla. Tal vez, no te has llevado tu corona por el error de alguien más, pero espera, espera un momento más. El mundo entero se dará cuenta del esfuerzo y el sacrificio que has hecho. El mundo se dará cuenta del esfuerzo que hiciste en silencio, y pronto, lo que podría ser un sentido de resignación, será una gran bendición.
Así que, una vez más, acepta el reto, el desafío de seguir hacia adelante, de creer, de decir: El tiempo no se ha perdido. Quizás otro se lleva la corona, pero no la va a llevar por mucho tiempo, porque esa corona te pertenece a ti, Dios te la va dar a ti, esa corona es tuya, tú trabajaste para eso, Dios ha visto tu corazón. No te resignes, y cuando te den lo que te pertenece, no actúes sorprendido, sino di: Yo sé que esa corona es mía; y ve tómala con autoridad.
Devocional original de Otoniel Font