Sigamos al Señor con obediencia total, manteniendo siempre nuestra mirada en Él.

Lucas 9.61, 62

Muy pocas personas entienden hoy el uso que hizo el Señor Jesús del arado como ejemplo de una vida dedicada a Dios. El arado antiguo, muy parecido en su forma a la versión de siglos más recientes, era una sola hoja de madera unida a dos asas. Un mulo hacía la mayor parte del trabajo de empujar el aparejo, pero el agricultor lo sujetaba para dirigir la trayectoria de la hoja.

Probé un arado antiguo una vez, y descubrí que usarlo no era tarea fácil. El sencillo aparejo brincaba y se sacudía con fuerza debajo de mis manos mientras lo hundía en el terreno. Solo había una manera de hacer una línea recta, y era concentrarse en el trabajo y mantener fija la mirada hacia adelante cada segundo.

Cuando una persona confía en Jesucristo como su Salvador, “pone la mano en el arado”. La idea es que debemos seguir al Señor con obediencia total, manteniendo siempre nuestra mirada en Él. Así es como tenemos una cosecha de fe. Muchas veces, los creyentes desanimados hacen una línea torcida, porque están mirando por encima del hombro para lamentarse por su pasado, o para ver qué placeres les esperan. Su campo de fe parece un desastre organizado. Además, la distracción les hace aflojar el paso, y como resultado su crecimiento espiritual se vuelve muy lento, si es que acaso llegan a madurar.

Renuncie a todo lo que distraiga su atención del Señor. Los creyentes que se concentran en los errores del pasado y en las distracciones del presente, no llegan a ninguna parte; no tienen paz ni gozo, y sus oraciones no son contestadas. Siga al Señor con fervor, y Él producirá en usted mucho fruto espiritual.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Pongamos la mano en el arado

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