Nunca volveremos a experimentar pecado, enfermedad, dolor, sufrimiento, debilidad, agotamiento o muerte.

1 Corintios 15.20-58

Cuando escuchamos la palabra resurrección, la mayoría de nosotros piensa en Jesús resucitado de los muertos, pero su victoria sobre la tumba muestra lo que nos pasará a nosotros, también. Un día, cada creyente que ha muerto experimentará una resurrección corporal como la de Cristo, y quienes estén vivos cuando Él regrese serán transformados de mortales a inmortales.

Una de las primeras preguntas que vienen a la mente es, ¿cómo seremos? No puedo responder eso específicamente; lo único que sé es que vamos a vernos tan bien como el Creador pueda hacernos. ¡Y eso es excelente! Estos humildes cuerpos terrenales serán transformados en cuerpos gloriosos como el del Señor, con excepción de su divinidad, por supuesto. El apóstol Pablo da algunas pistas sobre las características de nuestros cuerpos: serán imperecederos, gloriosos, poderosos y espirituales. Nunca volveremos a experimentar pecado, enfermedad, dolor, sufrimiento, debilidad, agotamiento o muerte.

A veces, la gente me pregunta si seremos reconocibles, es decir, ¿conoceremos a nuestros seres queridos, y nos conocerán ellos a nosotros? Piense en esto: ¿cómo podrían estos cuerpos gloriosos estar limitados en este aspecto si son mucho más avanzados en todo lo demás? Estoy totalmente convencido de que todos nuestros sentidos y capacidades mentales serán mejorados, no disminuidos.

Nos aguarda un futuro glorioso, pero el gozo de un nuevo cuerpo y de una reunión con nuestros seres queridos será superado solo por la emoción de ver al Señor Jesús cara a cara. Él es quien hizo posible todo esto. Por gratitud, amémosle y sirvámosle fielmente mientras estemos en este mundo.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Nuestra esperanza gloriosa

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