Cuando Cristo enseñó a sus discípulos a orar, les dijo que llamaran a Dios “Padre nuestro”.
Mateo 6.9-13
Cuando Cristo enseñó a sus discípulos a orar, les dijo que llamaran a Dios “Padre nuestro”. Él solía dirigirse a Dios como “Padre mío”, pero ahora ellos también compartían esa relación familiar privilegiada. Todos los que hemos nacido de nuevo somos parte de la familia de Dios y tenemos el mismo derecho. Considere algunas de las maneras en que nuestro Padre celestial se interesa por sus hijos. Él…
Ama. El amor de Dios es incondicional, ya que se basa en su naturaleza, más que en nuestros méritos (1 Jn 4.16).
Escucha. Cuando oramos nos da toda su atención (Sal 55.16, 17).
Provee. El Padre asume la responsabilidad de satisfacer todas nuestras necesidades (Fil 4.19).
Guía. Es quien dirige nuestro camino cuando confiamos en Él (Pr 3.5, 6).
Protege. El Señor nos escuda espiritual, emocional y físicamente, filtrando cada experiencia a través de sus dedos soberanos (Sal 121).
Permanece. No es un padre ausente, pues nunca nos dejará ni nos desamparará (Dt 31.8).
Disciplina. El Señor nos disciplina para nuestro bien, de modo que podamos participar de su santidad (He 12.5-11).
Aunque las experiencias con nuestros padres terrenales pueden haber distorsionado nuestra perspectiva del Padre celestial, podemos aprender a verlo tal como es. Al hacerlo a través de la verdad de las Sagradas Escrituras en vez de nuestras ideas preconcebidas, veremos evidencia de su amoroso cuidado y descubriremos una seguridad que nunca antes habíamos conocido.
Devocional original de Ministerios En Contacto