Dios se agrada cuando sacrificamos nuestros deseos en aras de una iglesia unida.
Filipenses 2.1, 2
Las iglesias en todo el mundo experimentan rupturas. Los cristianos están divididos en una amplia gama de asuntos, como en cuanto al tipo de servicio de adoración. El apóstol Pablo señala que la unidad es crucial para lograr nuestro propósito. Entonces, ¿cómo lograrlo cuando surge un desacuerdo? Todo depende de la diferencia de opinión. Los principios fundamentales de la fe (por ejemplo, que Jesucristo es el Hijo de Dios que murió por nuestros pecados y resucitó) no son negociables. Sin embargo, si el desacuerdo tiene que ver con un asunto de interpretación doctrinal, cualquier discusión hecha de buena fe es aceptable sin que los creyentes permitan que cause división. En casos como este, es probable que un consenso deje a algunas personas desilusionadas con los resultados. Sin embargo, ambas partes deben estar dispuestas a aceptar las diferencias, sin pelearse.
Hace muchos años, pastoreé a una iglesia cuya congregación estaba dividida. En esencia, existían dos bandos. Así que en vez de abordar temas de actualidad, solo me dediqué a predicar la Palabra de Dios. Con el tiempo, personas que no se habían hablado durante años, comenzaron a unirse. ¿Por qué razón? Porque la Iglesia es el cuerpo de Jesucristo (Col 1.24), y Él puede unirnos. Las personas creen de forma egoísta que sus preferencias son mejores que las opiniones de los demás; sin embargo, con nuestras fuerzas, como humanos, no hay nada que podamos hacer para arreglar nuestras diferencias. Pero Dios se agrada cuando sacrificamos nuestros deseos en aras de una iglesia unida. Y la obediencia, en última instancia, da mayor alegría que lograr lo que uno quiere.
Devocional original de Ministerios En Contacto