No es que nos sintamos de poco valor, sino que anhelemos volvernos más semejantes a Cristo.
Juan 13.1-17
A veces, necesitamos una llamada de atención que nos abra los ojos para que podamos ver quiénes somos. Y observar a otra persona hacer lo que deberíamos haber hecho, puede ser lo que mejor nos abra los ojos. Los discípulos debieron haber tenido una sensación instantánea de incomodidad al ver a Jesús lavarles los pies, especialmente después de la reciente discusión sobre cuál de ellos sería el más grande (Mr 9.34, 35).
Como sabemos, lavar los pies de los demás era la tarea del esclavo más humilde de la casa. Pero, debido a que Jesús y sus discípulos estaban comiendo en una sala prestada, no había ningún esclavo recibiéndolos en la puerta. Todos los discípulos consideraban que este trabajo era indigno de ellos, por lo que los pies de todos se mantuvieron sucios hasta que Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, se humilló para servir a quienes debían haberle servido. Después de tres años siendo ejemplo de humildad para sus discípulos, Jesús finalmente captó su atención con una toalla y un recipiente.
Puedo imaginar cómo se sentían los discípulos, pues recuerdo la vez que un amigo vino a mi oficina, queriendo lavarme los pies. Inmediatamente protesté, pero él se arrodilló y procedió a quitarme los calcetines y los zapatos, y a lavarme los pies. Lo hizo como un acto de humilde servicio, pero me sentí humillado porque vi algo en mí que no me gustaba: el feo orgullo.
Si queremos seguir los pasos de humildad de Cristo, debemos evaluarnos con sinceridad y pedir al Señor que nos muestre cualquier actitud pecaminosa que esté escondida en nuestro corazón. El propósito no es que nos sintamos de poco valor, sino que anhelemos volvernos más semejantes a Cristo.
Devocional original de Ministerios En Contacto