Nada puede separarnos de Cristo, ya que Dios es quien nos sostiene.
1 Pedro 1.3-9
Descubrir que un ladrón entró en nuestra casa y robó nuestros objetos de valor es una experiencia traumática. Nos deja alterados y vulnerables. No solo hemos perdido reliquias familiares con valor sentimental y pertenencias por las que trabajamos y ahorramos, sino además, nuestra sensación de seguridad queda hecha trizas. Circunstancias como el robo nos recuerdan que este mundo no es nuestro hogar, y que un día dejaremos todo atrás. Nadie se lleva un camión de mudanzas después de la muerte. Por tanto, debemos asegurarnos de que lo que vemos como un tesoro no sean las cosas de este mundo (lo que siempre nos lleva a la desilusión), sino a Cristo, quien nos da una esperanza viva. Considere todo lo que Dios ha hecho para asegurarle esta esperanza:
Conforme a su gran misericordia, le hizo nacer de nuevo.
Puesto que Cristo resucitó, usted también resucitará.
Todo en este mundo está destinado a perecer (2 P 3.10, 11), pero Dios ha reservado una herencia para usted en el cielo, que es eterna, inmaculada y permanente.
Por el poder de Dios, mediante la fe, usted está siendo protegido para la perfección de su salvación, que será revelada en el último día.
Nada puede separarnos de Cristo, ya que Dios es quien nos sostiene. Él cumple todas sus promesas, y por eso podemos regocijarnos en esta esperanza, incluso mientras enfrentamos las pruebas de este mundo. Así que, ponga su corazón en el cielo, donde está Cristo, y deposite sus tesoros allá. Entonces, su amor por Él crecerá debido a su bondad para con usted. Y saber lo que le espera en el cielo aumentará su gozo.
Devocional original de Ministerios En Contacto