La Iglesia debe despertar a su responsabilidad: los creyentes debemos ser sal y luz en este mundo.

Isaías 59

Aunque Israel había honrado antes al Señor, se apartó de Él durante los días del profeta Isaías. Abandonados a su suerte, el pueblo se encontró en el caos y la ruina. Al igual que sucede con las personas, un país que ignora o rechaza a Dios sufre las consecuencias de esa elección.

Si una nación se ha alejado del Señor, aun cuando los líderes se consideren muy bien preparados e intelectuales, su pensamiento se oscurece (Ef 4.17, 18). Pronto el pecado se convierte en algo común y se considera aceptable entre la gente. Como ocurrió entre los israelitas, la naturaleza más baja del hombre emerge en forma de inmoralidad, codicia y violencia. La injusticia llega a su punto más alto cuando las leyes permiten la opresión de los indefensos e inocentes.

La Iglesia debe despertar a su responsabilidad: los creyentes debemos ser sal y luz en este mundo. Cada generación está llamada a estar alerta y activa durante el tiempo que le corresponda vivir en este mundo. Aunque las naciones se alejen de Dios, la lectura de hoy nos asegura que Él es nuestra esperanza definitiva. Después de todo, el pasaje comienza con: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (Is 59.1). El Señor es nuestro Rey venidero, que reinará en la Tierra con rectitud y justicia.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Una nación extraviada

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