A todos los cristianos nos ha sido dado el Espíritu Santo para sellar nuestra relación con Dios.
Juan 14.16-18
Uno de los estorbos más grandes para nuestra vida de oración es la falta de perseverancia. Muchas veces dejamos de orar. Sentimos que, por haber pedido, la respuesta debe llegar de inmediato o nuestra necesidad ser satisfecha rápidamente. Pero Dios no es un sirviente, esperando traernos justo lo que necesitamos en el momento que se lo pedimos. En la mayoría de los casos, tenemos que ser pacientes y seguir orando.
A todos los cristianos nos ha sido dado el Espíritu Santo para sellar nuestra relación con Dios, y Él es quien nos guía en cuanto a cómo orar (Ro 8.26). Creemos, a veces, que debemos venir a Dios solo cuando tenemos una necesidad. Pero la oración lleva a la intimidad con Él. Si Dios nos diera todo lo que quisiéramos cuando se lo pidiéramos, no seríamos capaces de entender la dinámica de nuestra relación; nunca aprenderíamos cuán importantes son la paciencia y la dependencia.
Pensemos en Pablo; nos dice que rogó tres veces que le fuera quitado su “aguijón en la carne”, antes de recibir la firme respuesta negativa del Señor (2 Co 12.7, 8). Esto probablemente se refiere a tres largos períodos en los que Pablo oró por recibir alivio. Cuando hemos estado orando por mucho tiempo en cuanto a algo, y no sentimos que nuestras palabras están yendo a ninguna parte, no quiere decir que debemos dejar de hacerlo. Tenemos que seguir orando en medio de esa situación. Dios está escuchando con atención nuestro clamor, y su Espíritu es nuestro acompañante constante, aunque no podamos “sentir” su presencia o su ayuda. En vez de dejar de orar, ¿quisiera pedirle al Espíritu Santo que le ayude a perseverar?
Devocional original de Ministerios En Contacto