El Señor provee una amplia gama de dones, y desear tales beneficios es normal y universal.
Salmo 5.11, 12
Hace poco, mientras caminaba por una tienda, me tropecé con un hermano en la fe al que no veía desde hacía un tiempo, y al despedirse me dijo “que Dios le bendiga”. Esto me hizo pensar en lo que de verdad significa esa expresión común, es decir, una petición del favor divino, y en las maneras diferentes en que podemos bendecir a los demás.
Primero, podemos bendecir a las personas al orar al Señor por ellas con peticiones específicas. Las peticiones generales como “bendícelo, por favor” están bien, pero pueden convertirse en una rutina y carecer de significado. Intente presentar sus peticiones con más detalle. Cuando nuestras oraciones son específicas es más fácil apreciar las respuestas de Dios, y darle aliento a la persona por quien estamos orando.
Segundo, podemos pedir el favor de Dios en acontecimientos y situaciones. Por supuesto, Él responderá nuestras oraciones solo cuando se apeguen a su voluntad. Por ejemplo, es apropiado pedir que el Señor encuentre aceptable nuestra adoración (Sal 19.14), y que toque a las personas presentes.
Tercero, podemos bendecir a Dios al expresar nuestra alabanza y acción de gracias por quién es y por lo que ha hecho (Sal 104.1). También podemos bendecir al Señor mediante nuestra obediencia, servicio y deseo de honrarlo.
El Señor provee una amplia gama de dones, y desear tales beneficios es normal y universal. De hecho, mientras anhelamos las bendiciones divinas, ¿por qué no aplicar la regla de oro como una motivación para bendecir a otros, incluyendo a Dios mismo, a través de la oración y el servicio?
Devocional original de Ministerios En Contacto