La Palabra de Dios es nuestra fuente de consuelo y esperanza, porque el Señor siempre hace lo que dice.
2 Corintios 1.20
La Palabra de Dios es nuestra fuente de consuelo y esperanza, porque el Señor siempre hace lo que dice. Todas las profecías en la Biblia se han cumplido o se cumplirán en el futuro. De hecho, las Sagradas Escrituras son tan dignas de confianza que el Señor Jesús dijo: “Es más fácil que el cielo y la tierra dejen de existir, que deje de cumplirse una sola letra de la ley” (Lc 16.17 DHH). Sin embargo, no debemos asumir que cada promesa registrada en la Biblia es para nosotros. Las promesas bíblicas del Señor se dividen en varias categorías, y es importante entender sus diferencias para saber cuáles se aplican a nosotros. Cuando empleamos mal las Sagradas Escrituras, podemos llegar a desarrollar una visión inexacta de Dios, la cual suele despertar en nosotros desilusión y desconfianza hacia Él.
Algunas promesas bíblicas son limitadas: se aplican a una persona, nación, tiempo o propósito específicos. Por ejemplo, en Génesis 18.10, el Señor le aseguró a Abraham que Sara tendría un hijo, pero no podemos suponer que Él hará lo mismo por nosotros. En verdad, puede usar este pasaje para enseñarnos acerca de su cuidado y provisión providenciales, pero no debemos tomar versículos fuera de contexto y esperar que se cumplan en nuestra vida. Otras promesas en la Palabra son condicionales y se aplican solo si cumplimos con los requisitos establecidos por Dios, como en Proverbios 3.5, 6 y 1 Juan 1.9. No obstante, hay algunas promesas que se aplican a todos los creyentes; estas son garantías que son ciertas por nuestra unión con Cristo
(Ef 1.7-14). Nuestro amado Padre celestial nos las ha dado para nuestro beneficio, esperanza y aliento.
Devocional original de Ministerios En Contacto