Cuando los creyentes usan sus dones y talentos para trabajar y depender unos de otros, todo el cuerpo funciona bien para la gloria de Dios.
1 Corintios 12.14-21
Cada día, usted se levanta de la cama, se viste y prepara algo para desayunar. Tal vez vea las noticias o revise su correo electrónico y, unos minutos más tarde, se dirija al trabajo por una vía por donde pasan vehículos a corta distancia. En la primera hora más o menos después de despertar, nuestro cuerpo realiza miles de tareas complejas que son tan rutinarias que pasan desapercibidas y, por lo tanto, casi nunca nos damos cuenta de ellas. Nuestra armazón física es una creación de asombrosa belleza y complejidad. Y aunque algunas partes parecen más atractivas que otras, todas son útiles. La naturaleza interdependiente del cuerpo, es decir, la manera en que las diferentes partes dependen unas de otras para funcionar es una metáfora adecuada para una iglesia centrada en Cristo. Cuando los creyentes usan sus dones y talentos para trabajar y depender unos de otros, todo el cuerpo funciona bien para la gloria de Dios.
No obstante, muchas personas en la iglesia hoy se sienten insignificantes. Al ver el trabajo exitoso de otros, piensan que no tienen los talentos “correctos” para hacer una contribución que valga la pena; lo cual es una mentira del diablo. Cuando su engaño tiene éxito, un cristiano más retrocede con la esperanza de que otro haga la obra del Señor. Apartarse de la obra en vez de buscar un lugar para servir es injusto para la congregación, porque su vital contribución es parte integral de la unidad de la Iglesia de Dios. Puede que su papel no sea al frente, pero es de suma importancia para Jesucristo y su Cuerpo en la Tierra.
Devocional original de Ministerios En Contacto