La promesa de salvación no es solo para dar esperanza, sino para animarnos a vivir en santidad.

1 Tesalonicenses 5.12-28

El plan que Dios tiene para nosotros es más grande de lo que podemos imaginar. Pero no mucha gente se da cuenta de eso. Por lo general, nos preocupamos tanto por las exigencias de la vida, que son pocas las personas que se detienen a pensar en lo que significa ser santificados.

La santificación es un proceso. Cuando somos salvos, Dios nos aparta para Él. Luego, durante el resto de nuestra vida, trabaja para conformarnos a la imagen de su Hijo Jesucristo. Todos luchamos con el pecado, pero cuando muramos, nuestros espíritus ascenderán al cielo y estarán libres de pecado. Entonces veremos a Cristo y no tendremos más luchas con “todo lo que hay en el mundo” (1 Jn 2.16).

No obstante, por muy grande que sea esto, no es el paso final. Un día, Jesucristo descenderá del cielo y traerá consigo las almas de los que han muerto en Él. Ellas se unirán con sus cuerpos resucitados, y los creyentes que todavía estén vivos en la Tierra serán transformados (1 Ts 4.14-17; 1 Co 15.51-54). Entonces, la santificación será completa: cuerpo, alma y espíritu.

Luego, sin mancha y sin culpa, andaremos en la presencia del Señor por la eternidad. Entonces, ¿cómo vivirá usted hoy? La promesa de salvación no es solo para dar esperanza, sino para animarnos a vivir en santidad.

Devocional original de Ministerios En Contacto

El grandioso plan de Dios

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