Todos los que confían en Cristo se convierten en sus amigos, y la prueba definitiva de su amor inquebrantable es que dio su vida por cualquiera que quiera creer.
Juan 15.12-17
Los buenos amigos son difíciles de encontrar, y nuestra ajetreada agenda no nos ayuda. Muchas personas no se toman el tiempo para cultivar amistades significativas. ¿Es posible que usted esté entre ellas? Si es así, note cómo priorizaba Cristo el tiempo con sus amigos. Vivió en estrecho contacto con sus discípulos durante tres años, y demostró ser no solo su Señor y Salvador, sino también el mejor amigo que habían tenido. A diferencia de los discípulos, nosotros nunca caminamos físicamente con Jesucristo, pero esto no nos excluye de su amistad. Primera de Pedro 1.8 (NVI) dice: “Ustedes lo aman a pesar de no haberlo visto; y, aunque no lo ven ahora, creen en él y se alegran con un gozo indescriptible y glorioso”.
Todos los que confían en Cristo se convierten en sus amigos, y la prueba definitiva de su amor inquebrantable es que dio su vida por cualquiera que quiera creer. Sin el asombroso sacrificio del Salvador, sus discípulos, junto con cada uno de sus seguidores desde entonces, habrían estado perdidos y separados del Señor para siempre. Puesto que Cristo es un amigo como ningún otro, podemos aprender mucho de su ejemplo en cuanto a la amistad. Él nos dice que nos amemos unos a otros como nos ha amado, con amor abnegado. El Señor fue sincero con sus amigos, dándoles a conocer todo lo que el Padre le había dicho. Qué consuelo es saber que, aunque otros puedan decepcionarnos y abandonarnos, Cristo se mantiene siempre como un amigo fiel, paciente y amoroso. Y al buscar imitarlo y obedecerlo, nos convertiremos en la misma clase de amigo para los demás.
Devocional original de Ministerios En Contacto