Justo después de que un bebé da sus primeros pasos, los padres anuncian con entusiasmo el magnífico logro, que es el comienzo de una nueva vida de mayor movilidad y madurez.
Hechos 16.19-40
Justo después de que un bebé da sus primeros pasos, los padres anuncian con entusiasmo el magnífico logro, que es el comienzo de una nueva vida de mayor movilidad y madurez. De la misma manera, la vida cristiana comienza con un primer paso: la salvación. Pero es solo el comienzo de una vida de crecimiento espiritual.
Cuando el carcelero de Filipos les preguntó a Pablo y a Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”, respondieron: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hch 16.30, 31). Eso es tan simple que hasta un niño puede hacerlo; y después de la salvación, todos somos como bebés que dan los primeros pasos. Un nuevo creyente no entiende todas las doctrinas de la salvación, como tampoco un niño pequeño conoce todos los mecanismos del caminar. Pero una vez que somos salvos, tenemos la responsabilidad de aprender lo que Dios ha hecho por nosotros, y de dar más pasos de obediencia en la vida cristiana.
La salvación genuina siempre resulta en transformación. El Espíritu Santo viene a vivir en nosotros cuando recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador personal. Nuestra antigua forma de vida ya no concuerda con nuestra nueva identidad, y el Espíritu trabaja en nosotros para hacernos más como Cristo. Segunda a los Corintios 5.17 dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. ¿Ha habido un punto particular en su vida en el que usted reconoció su pecado, y luego le pidió al Señor Jesús que le perdonara y se convirtiera en su Salvador? Si es así, ¿cómo ha sido transformada su vida desde entonces? El crecimiento espiritual es una de las maneras en que podemos saber que somos salvos.
Devocional original de Ministerios En Contacto