Dios tiene un plan para que cada creyente lo busque, y ha dotado a cada uno de sus hijos específicamente para ese propósito.
Mateo 25.14-30
Al tratar de imaginar la vida en la eternidad, muchas personas se ven a sí mismas recostadas en las nubes, tocando arpas. No estoy seguro de cómo empezó esta idea errónea acerca del cielo, pero puedo asegurarle que es poco probable. Hemos sido dotados, equipados y capacitados para cumplir el propósito de Dios en esta vida, así que todavía tendrá un propósito para nosotros en la vida venidera. En el pasaje de hoy, Jesucristo describió el reino de los cielos en el contexto de un hombre que da dinero a sus siervos para que lo inviertan. A los hombres que sirvieron fielmente a su amo se les felicitó y se les dio una mayor responsabilidad. Cuando lleguemos al tribunal de Cristo, nuestra principal recompensa será escucharlo decir: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel!” (Mt 25.23 NVI). No puedo imaginar palabras que puedan agradarme más que un elogio del Salvador que amo por encima de todo.
También recibiremos nuestra nueva asignación en el reino celestial. Esta es la parte de la recompensa que corresponde a las palabras: “Has sido fiel en lo poco; te pondré a cargo de mucho más” (Mt 25.23). ¡No habrá holgazanería para nosotros! Tendremos un cielo y una Tierra renovados para vivir y disfrutar (2 P 3.13). En nuestros cuerpos perfeccionados, con corazones y almas junto al Señor, le serviremos y nos serviremos unos a otros. Dios tiene un plan para que cada creyente lo busque, y ha dotado a cada uno de sus hijos específicamente para ese propósito. Ese plan requiere nuestra pasión y motivación, en la Tierra o en el cielo. Este mundo es nuestro campo de entrenamiento para la vida venidera, así que preparémonos como siervos buenos y fieles.
Devocional original de Ministerios En Contacto