Desde que el Padre celestial creó el tiempo, todo ha estado en constante cambio, excepto Dios.
1 Tesalonicenses 5.23, 24
Desde que el Padre celestial creó el tiempo, todo ha estado en constante cambio, excepto Dios. El medio ambiente cambia con las estaciones, y de manera similar, nuestra vida también pasa por diferentes etapas. Algunas están llenas de alegría, mientras que otras se caracterizan por la dificultad. Pero el Señor es fiel, y el saberlo nos llena de consuelo.
La fidelidad es uno de los atributos inmutables de Dios. Significa que siempre hace lo que dice que hará, y actúa de acuerdo con su naturaleza. Nunca puede negarse a sí mismo; por eso, cuando promete “[santificarle] por completo” (1 Ts 5.23), puede contar con que le hará más como Cristo, incluso usando los momentos dolorosos de la vida para hacerlo.
La naturaleza inmutable de Dios y su fidelidad son el fundamento de nuestra esperanza. Debido a que no cambiará de opinión en cuanto a nuestra salvación, tenemos la certidumbre de la seguridad eterna. Puesto que es el Gobernante soberano del universo, nunca debemos temer que nuestro mundo quede fuera de su control. Sus planes se formaron hace mucho tiempo con perfecta fidelidad (Is 25.1), y nadie puede impedir o detener su mano (14.27).
Debido a que Dios es fiel, podemos tener paz mental en cualquier circunstancia, incluso frente a la muerte. Aunque cambiaremos con el tiempo, y las estaciones de la vida vendrán y se irán, nuestro fiel Dios es siempre el mismo. Ya que le pertenecemos por medio de Cristo, nunca nos olvidará, ignorará o abandonará. Él ha prometido guardarnos “completos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts 5.23), y así lo hará.
Devocional original de Ministerios En Contacto