Cuando Cristo regrese, tendremos que rendir cuentas de lo que hayamos hecho con todo lo que nos ha confiado.
Mateo 25.14-30
¿Vive como si lo que haga hoy le afectará en la eternidad? Después de pasar al frente en la iglesia, y de hacer la oración de fe, algunos cristianos piensan que el momento de la salvación es el principio y el final del asunto. Piensan: puesto que mi destino eterno está asegurado, puedo relajarme y esperar por el cielo. Pero eso no es lo que enseña la parábola de hoy. Sí, el cielo está asegurado para quienes se han arrepentido de verdad, y creen en la muerte expiatoria de Cristo por sus pecados. Pero la forma en que vivimos es importante. Cuando Cristo regrese, tendremos que rendir cuentas de lo que hayamos hecho con todo lo que nos ha confiado.
En mi juventud me decían que, un día, cuando estuviera delante de Cristo, toda mi vida sería proyectada en una pantalla gigante para que cada pecado que cometí estuviera a la vista de todo el mundo. Eso, en verdad, me asustaba, pero ahora sé que no es bíblico. Para quienes son de Cristo, el “acta de los decretos que había contra nosotros” ha sido clavada en la cruz, y todos nuestros pecados han sido perdonados (Col 2.13, 14). Nunca más serán desenterrados, porque Dios no se acordará más de ellos (He 10.17). Lo que está en juego no es la salvación sino las recompensas. Y no será un juicio de comparación con otros. Como en la parábola, Dios nos confía talentos a cada uno de acuerdo con nuestras destrezas. Todo lo que tenemos es un regalo de Él: tiempo, dinero, capacidades, dones espirituales, trabajo, relaciones y Palabra divina. ¿Los está invirtiendo de una manera que resultará en la alabanza de Cristo cuando esté delante de Él?
Devocional original de Ministerios En Contacto