Desde Génesis hasta Apocalipsis, la sabiduría de Dios se demuestra en sus interacciones con la humanidad.
Romanos 11.33-36
Desde Génesis hasta Apocalipsis, la sabiduría de Dios se demuestra en sus interacciones con la humanidad. Pero hay un acontecimiento supremo en la historia donde vemos con toda claridad cómo se ocupó con meticulosidad de todos los detalles para revelar su papel en nuestra redención.
La concepción. Cristo no fue un bebé común, porque su vida no comenzó en la concepción. Ha existido siempre como el Hijo eterno de Dios (Mi 5.2; Jn 1.1, 2), pero vino al mundo como bebé, concebido en el vientre de una virgen por el Espíritu Santo (Lc 1.34, 35). Su concepción fue un milagro divino.
El lugar. ¿Por qué eligió Dios la pequeña e insignificante aldea de Belén para que naciera Cristo? Se encuentra una pista en el nombre, que significa “casa de pan”. Más adelante en su vida, el Señor se referirá a sí mismo como “el verdadero pan del cielo” (Jn 6.32, 33).
El escenario. Un establo puede ser pintoresco en una obra de Navidad, pero no es un lugar ideal para que duerma un bebé. El Señor Jesús nació entre el ganado porque Él es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (1.29).
El anuncio. En vez de comunicar la noticia del nacimiento del Mesías a los líderes religiosos o políticos, el ángel vino a los pastores esa noche porque el Buen Pastor había llegado (10.11).
El hilo común en estos detalles del nacimiento de Cristo es su identificación con los humildes. Aunque es el Rey de reyes, no vino para exaltarse entre nosotros, sino para vivir con nosotros y morir por nosotros. Gracias a que la sabiduría de Dios se muestra en humildad, nosotros también debemos humillarnos para llegar a ser sabios.
Devocional original de Ministerios En Contacto