La obediencia es una acción poderosa que puede liberar la gloria de Dios en maneras que van más allá de nuestra imaginación.
2 Reyes 5.11-17
La obediencia es una acción poderosa que puede liberar la gloria de Dios en maneras que van más allá de nuestra imaginación. Sin embargo, obedecer es a menudo difícil porque nuestros deseos están siendo puestos a prueba. A veces tememos que, al hacer lo que dice el Señor, terminaremos perdiendo lo que es importante para nosotros. Pero elegir no obedecer puede costarnos lo que más deseamos. En el pasaje bíblico de ayer, hubo tres obstáculos que casi impidieron que Naamán siguiera las instrucciones de Dios y fuera sanado de manera milagrosa.
1. El orgullo. Como oficial de alto rango, Naamán temía que obedecer le costaría su dignidad. Por el contrario, sus servidores tuvieron la sabiduría de ver que el orgullo le estaba robando la vida. ¿Con qué frecuencia nos negamos a hacer lo que Dios dice, por temor a parecer tontos?
2. Las expectativas egocéntricas. Naamán se enfureció cuando no se cumplieron sus expectativas según sus planes. De igual manera, nos enojamos con el Señor cuando no cumple con nuestras demandas. Pero si en realidad queremos su voluntad perfecta, debemos “dejarle” hacer las cosas a su manera.
3. La incredulidad. Debido a que la fe de Naamán estaba limitada por su visión de cómo sería sanado, al principio no entendió cómo obedecer curaría su lepra. Fue necesaria la fe de sus sirvientes para ayudarlo a ver que la obediencia era la clave para que Dios saciara su mayor necesidad.
El llamado a obedecer a menudo deja al descubierto murallas de las cuales el Señor quiere liberarnos. Cuando decidimos actuar con fe, Dios se manifiesta de una manera nueva que fortalece nuestra confianza en Él porque, en última instancia, lo que más necesitamos es conocerlo mejor.
Devocional original de Ministerios En Contacto