Todos morimos, pero quienes hemos sido salvos ya no estamos separados de Dios.
Efesios 2.1-9
Cuando se trata de la salvación, es difícil apreciar la buena noticia de verdad hasta que entendemos la mala noticia de nuestra condición espiritual; es decir, que todos venimos a este mundo muertos en nuestros delitos y pecados. En las Sagradas Escrituras hay diferentes significados para la muerte. La muerte física es la que todos experimentamos al final de la vida terrenal. La muerte espiritual es la separación de Dios por causa del pecado y la condición inherente a toda la humanidad. La muerte eterna es el resultado final sin salvación, y resulta en la separación eterna del Señor. Sin Cristo, la situación es irremediable, lo cual es, sin duda, una noticia sombría. Pero hay una buena noticia. El Salvador hizo lo que era necesario para que volviéramos a tener una relación con Dios. Él fue la única persona que tuvo una vida completamente justa, y mientras moría en la cruz, el Padre puso toda la culpa de nuestros pecados sobre su Hijo. La muerte de Cristo fue…
Sacrificial. Los sacrificios de animales en el Antiguo Testamento prefiguraban al Cordero perfecto de Dios, que haría la expiación final por los pecados.
Sustitutiva. Puesto que el Señor Jesús soportó la pena por nosotros, ya no tenemos que pagar el castigo por nuestros pecados.
Suficiente. No podemos ganar la salvación, porque nunca seremos santos como Dios. Pero como Jesucristo fue perfecto, su sacrificio por nosotros fue aceptable para el Padre. Su sangre cubre todos nuestros pecados.
Todos morimos, pero quienes hemos sido salvos ya no estamos separados de Dios. Los creyentes nunca sufriremos la muerte eterna, sino, por el contrario, nos espera la vida eterna.
Devocional original de Ministerios En Contacto