Tener una vida de agotamiento físico y mental no es lo que el Señor desea para nosotros.
Filipenses 4.8, 9
La gente se inquieta por todo, desde su seguridad en el empleo, hasta las elecciones. Para muchas personas, y tal vez usted sea una de ellas, la ansiedad está tan estrechamente entretejida en su vida, que han aprendido a vivir con ella cada día.
Tratamos la ansiedad como una emoción inofensiva, cuando en realidad puede ser perjudicial. La preocupación oscurece nuestra manera de pensar, divide nuestra atención y nos priva de concentración. Para complicar las cosas, el cuerpo puede reaccionar a la presión prolongada sobre la mente. El estrés puede manifestarse físicamente mediante dolores de cabeza, hipertensión, e incluso ataques al corazón.
Tener una vida de agotamiento físico y mental no es lo que el Señor desea para nosotros. El reto que tenemos es llevar cautivos todos los pensamientos de ansiedad (2 Co 10.5) y sustituirlos por los que agradan a Dios, para pensar en lo puro, justo y bueno.
La mejor manera de deshacernos de la preocupación es sustituyéndola con algo positivo, con las Sagradas Escrituras en nuestra mente. Dios tiene algo que decir en cuanto a todo lo que nos preocupa. ¿Se siente débil o incompetente? “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Fil 4.13). ¿Teme que su cheque del sueldo no le alcance para la renta, la ropa y la comida de este mes? “No os afanéis … vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mt 6.31, 32).
Jesús dijo que el afán no aporta nada (Mt 6.27). De hecho, perdemos tiempo y energías pensando en las preocupaciones, en vez de robustecer nuestra confianza en el Señor.
Devocional original de Ministerios En Contacto