Para los creyentes en Jesucristo, la condición de la humanidad perdida debe ser aleccionadora y motivadora.
1 Pedro 3.13-18
Para los creyentes en Jesucristo, la condición de la humanidad perdida debe ser aleccionadora y motivadora. Efesios 2.12 dice que estábamos “separados de Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo”. ¿Hay algo peor que esto? Si no hay una relación con Dios a través de su Hijo, no hay esperanza de salvación. Jesucristo vino al mundo para sufrir el castigo por nuestro pecado, y experimentar la muerte que merecíamos. Al hacerlo, satisfizo las demandas de justicia de Dios, eliminando así la culpa y la condenación de quienes creen en Él como Salvador y Señor. El resultado es que quienes antes estaban “lejos, [han] sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (1 P3.13).
Ahora bien, quienes hemos recibido esta esperanza estamos llamados a compartirla con los demás. Sin embargo, la gente no puede saber que el Señor Jesucristo es la única esperanza, a menos que sepan de Él por medio de nosotros. Como dice Pedro, esta tarea no siempre es fácil porque algunas personas son hostiles a nuestro mensaje. No obstante, estamos llamados a “dar razón de la esperanza” que hay en nosotros “con mansedumbre y reverencia” (1 P 3.15). Nuestro testimonio de Jesucristo debe ser evidente tanto en nuestras palabras como en nuestras acciones. A medida que el Espíritu Santo comienza la obra de renovar nuestra mente con la Palabra de Dios, nuestras actitudes y conducta se vuelven cada vez más parecidas a las de Cristo. Y ese es un testimonio poderoso para un mundo sin esperanza. Cristo ofrece una vida transformada ahora mismo, y la promesa de vida eterna para todos los que vengan a Él en arrepentimiento y fe. Así que, ¡compartamos nuestra esperanza!
Devocional original de Ministerios En Contacto