El tiempo con el Señor en su Palabra y la oración debe ser nuestra prioridad.

2 Corintios 1.8-11

Es fácil pensar en el apóstol Pablo como un gigante espiritual que nunca se desanimó por las muchas aflicciones que sufrió. Después de todo, nos dice que nos regocijemos no solo en la esperanza de la gloria de Dios, sino también en nuestras tribulaciones, ya que son una herramienta que el Señor usa para producir perseverancia, carácter probado y esperanza en nosotros (Ro 5.1- 4).

Pero en el pasaje de hoy, Pablo escribe con gran transparencia, diciendo que estuvo abrumado más allá de sus fuerzas, y que había perdido la esperanza de preservar su vida. No obstante, sabía que el Señor no estuvo ausente en todas esas aflicciones, y entendió que tenía que confiar en Dios más que en sí. Esa es una lección de la que también podemos aprender nosotros.

Si cedemos a la confianza en nosotros mismos y al temor, nos encontraremos yendo por caminos equivocados: podemos vacilar y debilitarnos, en vez de fortalecernos en la tormenta. A menudo, en la desesperación, pedimos dirección a otras personas en lugar de ir a nuestro Padre celestial. Nuestra primera reacción debe ser buscar entendimiento de Él sobre lo que está sucediendo. Por eso el tiempo con el Señor en su Palabra y la oración debe ser nuestra prioridad. Ahí es donde descubrimos sus propósitos y obtenemos paz.

Devocional original de Ministerios En Contacto

Confianza en Dios en momentos de adversidad

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