Ningún pecado será más grande, o más frecuente, que la capacidad que tiene Dios de perdonarnos.
Romanos 6.11-13
La misericordia de Dios es eterna. A veces, sin embargo, un cristiano se convence de que el perdón divino tiene límites. Esto sucede, por lo general, cuando la persona ha confesado repetidamente un pecado, pero continúa practicándolo. Satanás nos susurra que el Señor está, sin duda, cansado de este ciclo de pecado y confesión. Pero, como siempre, el enemigo miente. La verdad es que el creyente que peca no queda excluido de la gracia de Dios, no importa cuántas veces se arrepienta del mismo pecado.
El sacrificio de Jesús en la cruz pagó nuestra deuda por el pecado pasado, presente y futuro. Esto significa que, no importa cuán grande sea nuestro pecado, o cuán a menudo pequemos, la gracia de Dios cubre cada transgresión. Nuestro Padre celestial nos perdona tantas veces como sea necesario.
Cada vez que predico sobre este tema, algunas personas me preguntan si estoy promocionando a la gracia como una licencia para pecar. La misericordia del Señor no es una tarjeta de “quedas libre de la cárcel”. Su perdón es infinito, pero eso no significa que podamos pecar impunemente. Como buen Padre, Dios disciplina a sus hijos. Él quiere que aprendamos de nuestros errores, y que volvamos al buen camino.
Dios desea que cada uno de sus hijos crezca en santidad, y refleje la naturaleza de su Hijo Jesucristo. Él sabe que madurar nuestra fe es un proceso que dura toda la vida. Algunas veces pecaremos y necesitaremos ser restaurados. Nuestro Padre se complace en reconciliarnos con Él, porque su gracia es infinita. Ningún pecado será más grande, o más frecuente, que la capacidad que tiene Dios de perdonarnos.
Devocional original de Ministerios En Contacto