La Biblia nos dice que recordemos que el Altísimo es soberano, incluso sobre nuestras adversidades.
2 Corintios 12.7-10
Cuando enfrentan adversidades o dificultades, algunos cristianos preguntan: “¿Por qué me está pasando esto a mí?”. Otros piensan que están siendo muy espirituales cuando sufren en silencio o dicen cosas como: “Dios sabe lo que está haciendo. No tiene que explicarme nada”.
Es cierto que nuestro Padre celestial sabe lo que está haciendo, y no nos debe ninguna explicación, pero eso no significa que debamos negar nuestras dificultades o evitar pensar en lo que Él podría querer lograr a través de ellas. Al contrario, la Biblia nos dice que recordemos que el Altísimo es soberano, incluso sobre nuestras adversidades (Ec 7.14). Este fue el caso en la lectura de hoy, donde el apóstol Pablo dice que Dios envió una aflicción, la cual describe como un “mensajero de Satanás”, para evitar que se exaltara a sí mismo (2 Co 12.7). El apóstol admite que tiene un problema de orgullo, y reconoce que el Padre celestial tiene razón al tratar de corregirlo.
Una confesión tan sincera no elimina el sufrimiento, sino que lo endulza hasta que podamos decir junto al apóstol Pablo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades,
en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12.10).
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