Para el creyente, la esencia de la vida es andar como un niño en obediencia a Cristo.
Números 15.37-41
A veces, las personas dicen: “He hecho de Jesucristo una parte de mi vida”. Pero esta declaración revela que están confundidos. La verdad es que el Señor nunca puede ser tan solo una parte de la vida; en el momento de la salvación, se convierte en toda nuestra vida, pues todo en ella gira en torno al Señor. Para el creyente, la esencia de la vida es andar como un niño en obediencia a Cristo. Eso significa que demostramos su vida impecable por medio de la fe. Para lograrlo, dependemos del poder del Espíritu Santo que nos capacita y nos perdona cuando tropezamos; lo cual ocurrirá porque vivimos en medio de dos reinos que están en constante conflicto. Por un lado, está la atracción del mundo, y por el otro, la atracción de Dios. En otras palabras, Satanás lanza tentaciones en nuestro camino, pero de nuestro Padre proviene el llamado de santidad, paz y gozo en Cristo.
Por eso el Señor Jesús dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt 6.33). Pasar tiempo con nuestro Padre en oración y en su Palabra es la única manera de lograrlo. Esto no solo quitará de nuestra mente cualquier cosa que no se ajuste a las prioridades de Dios; también servirá para recordarnos sus mandamientos y su grandeza (Ro 12.2; Sal 105.4, 5). La batalla no cesa. Y no solo en los ámbitos de la educación, la ciencia, la política y las finanzas, sino también en todos los corazones. Para tener éxito a los ojos de Dios, es fundamental que mantengamos las prioridades del Señor como propias, y que hagamos rectificaciones continuas para mantenernos en el camino correcto.
Devocional original de Ministerios En Contacto