En el capítulo 1 del libro de Génesis, Dios bendice a Adán. Él proclamó bendición sobre la vida de Adán. De la misma manera con Noé. Y ningúno de los dos supo manejar la bendición que Dios le había entregado.
Cuando Dios hace un pacto con Abraham, está basado en que ahora es Abraham el bendecido. Dios se encargó de que a dondequiera que Abraham fuese, él llevara la bendición en sí mismo. Por esta razón, aunque Abraham cometiera errores en su camino, Dios sostenía su palabra con Abraham. Abraham no tenía una bendición, sino que Abraham era en sí mismo la bendición.
Entre las promesas que Dios nos ha dado, se encuentra el poder de sanidad.
En el capítulo 8 del libro de Lucas, se nos narra el momento en que Jairo, principal de la sinagoga, le pide a Jesús que entre en su casa, porque su hija, que tendría unos doce años, se estaba muriendo. En el camino a casa de Jairo, una mujer que padecía de flujo de sangre, desde hace doce años, tocó el borde del manto de Jesús.
El número doce en la biblia representa la madurez. A los doce años, un niño pasaba de la tutela de su madre, a la autoridad de su padre, porque se entendía que ya estaba listo para ser formado.
La vida de la mujer de flujo de sangre había estado detenida por doce años, mientras que a la edad de doce años, la vida de la hija de Jairo estaba siendo acortada. La enfermedad vino a detener el progreso y el desarrollo de ambas.
Si el flujo de sangre de esta mujer llevaba doce años sin detenerse, la mujer había pasado por doce años de improductividad en su vida. En el momento que toca el borde del manto de Jesús, la mujer quedó sana. Le es regresada la capacidad de producción a su vida. Y en ese mismo momento, llega la noticia de la muerte de la hija de Jairo. El progreso de la vida de esta niña había sido detenido por una enfermedad que llegó a la muerte.
Sabemos que la historia no terminó ahí, pero cada vez que llega enfermedad a nuestra vida, lo que hace es detener el ciclo productivo, el momento donde podemos producir y maximizar el destino de Dios para cada uno de nosotros. La manifestación del destino de Dios para ti va a depender de todo el tiempo que tú puedas recibir en tu vida la semilla que Dios quiere plantar en ti.
Cortos periodos de improductividad en el ciclo de la mujer, son necesarios para preparar el ambiente para la producción. De la misma manera en tu vida. Pero tu vida no se va a acortar, sin que se cumpla lo que Dios dijo que él tiene para ti. No se va a extender en tu vida un ciclo de improductividad. Dios te quiere llevar a un nuevo nivel.
Así como Abraham llevaba en sí mismo la bendición, tú cargas la promesa del poder de sanidad que necesitas, para entrar en ese nuevo tiempo de productividad, al que Dios quiere llevarte.