Una creencia popular errónea acerca del cielo es que es etéreo y carece de cualquier sustancia tangible, pero dicha idea no está respaldada por la Palabra de Dios.
Apocalipsis 21.22–22.5
Una creencia popular errónea acerca del cielo es que es etéreo y carece de cualquier sustancia tangible, pero dicha idea no está respaldada por la Palabra de Dios. El apóstol Juan describió a la Nueva Jerusalén como una estructura material (Ap 21.10-21). Aunque hay aspectos que se parecen a nuestra existencia terrenal, algunas cosas serán muy diferentes.
No habrá templo, “porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo” (v. 22). A lo largo de los siglos, ha habido lugares dedicados de adoración, como los templos, pero ya no serán necesarios cuando Dios more entre nosotros.
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, “porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (v. 23). La gloria de Dios iluminará cada centímetro de esa ciudad, y no habrá noche.
Las puertas de la ciudad siempre estarán abiertas. Ningún enemigo asaltará jamás estas puertas. Nada impuro entrará jamás, porque el pecado está excluido y solo la santidad habita en esta ciudad celestial.
Será un lugar de abundancia. Desde el agua viva que se origina en el trono de Dios, hasta el fruto del árbol de la vida, todo lo que necesitemos será provisto.
Ya no habrá más maldición. La muerte y la corrupción estarán ausentes, y el dolor y el sufrimiento dejarán de existir.
El gobierno será perfecto. El Señor Dios reinará desde su trono, y veremos su rostro y le serviremos para siempre con regocijo.
Lo que nos espera en la Nueva Jerusalén es un gozo incomprensible, porque estaremos con el Señor, la fuente de todo lo bueno.
Devocional original de Ministerios En Contacto