Hay un nombre que satisface una de nuestras necesidades de una manera personal: Padre.
Gálatas 4.4-7
Dios tiene muchos nombres -—Creador, Rey y Pastor— los cuales revelan varias facetas de su naturaleza. Pero hay un nombre que satisface una de nuestras necesidades de una manera personal: Padre. Cada persona nace con un profundo deseo de ser amada sin condiciones, pero cuando este anhelo no se satisface por completo, puede ocasionar muchas heridas. ¡Qué seguridad hay en saber que podemos llamar a Dios “Padre”, y recibir ese amor incondicional! La Biblia nos dice que Él es “padre de los huérfanos” (Sal 68. 5), y que nunca nos dejará, aunque nuestros padres terrenales nos abandonen (27.10).
Cristo se dirigía algunas veces a Dios como Abba, que es la palabra en arameo para “padre” (Mr 14.36). Ese era un concepto del todo nuevo en ese tiempo; sí encontramos que se hablaba de Dios como un padre para Israel (Jer 31.9), pero la palabra era usada con moderación en el Antiguo Testamento. Incluso el nombre personal de Dios, Yavé, era considerado demasiado santo para ser pronunciado en voz alta, por lo que pocas personas pensaban en tener una relación personal con Dios Todopoderoso.
Desde el principio, Dios se ha mostrado como un padre amoroso, pero es solo a través de Cristo que hemos heredado el privilegio de llamarle “Padre nuestro” (Ga 4.4-7). El Nuevo Testamento da testimonio de la revelación de Cristo de la maravillosa relación que podemos tener con nuestro Padre celestial: el nombre aparece 245 veces, más de 100 veces solo en el Evangelio de Juan. Pablo inicia cada una de sus epístolas reconociendo a Dios como nuestro Padre. El hecho de que el hombre pueda conocer a Dios como el padre perfecto, fue una idea nueva y radical en el tiempo del Señor Jesús, que sigue siendo verdadera.
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