Cuando lo conoces a él, y se convierte en la esencia de tu vida, entonces, en adelante, todo lo que tú haces trae resultados diferentes.
Dentro de tu adoración, tiene que estar el Shema, la consciencia de quién es Dios; Él es uno, tu Dios es Jehová. Tú no puedes orar sin saber a quién. Jesús, en el Padre Nuestro, introduce un concepto más de relación; El judío oraba a Jehová, Yahweh; No se atrevían ni a pronunciar todo el nombre; Para ellos, es tan sagrado que solo pronuncian una parte, no lo escriben completo porque no se puede tomar el nombre de Dios en vano. Pero Jesús dice que, cuando tú oras, es a tu Padre. Esa era de las cosas que les molestaba, que Jesús reclamara tener una relación con Dios, muy diferente a la que ellos tenían; Pero era el mismo concepto, uno de relación. Tú tienes que saber a quién tú estás orando. Ya en el Nuevo Testamento, puedes ver que tu Shema, la que tiene que ser tu consciencia de adoración, no es meramente que Jehová es tu Dios, sino que Él es tu Padre. Entendiendo estos conceptos, entiendes el corazón para adorar.
“21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.” Juan 4:21-25
¿Cómo tú adoras algo que no conoces? Esa adoración es hueca, vacía. Por eso es que cantar coritos sin relación no es adoración. Los samaritanos cantaban en un monte, pero no sabían a quién adoraban. Si tú no sabes a quién tú adoras, no tienes relación, no sabes cómo va a responder. Aquella mujer cambió, cuando conoció a Jesús; Cuando ella conoció quién estaba delante de ella, su vida fue cambiada, y la ciudad completa cambió. Y lo primero que hizo esta mujer cuando conoció a Jesús, fue dejar su cántaro en aquel lugar; Eso es un acto de adoración: Dejo lo que vine buscando, porque encontré lo que necesitaba. Fue buscando agua, y se conectó con la fuente. La experiencia que tuvo al encontrarse con Jesús fue muy diferente a la que tenía al adorar en el monte; Ella adoraba en el monte, pero seguía en pecado, en vergüenza, sedienta, insatisfecha. El día que conoce a Jesús, ahora, sabe a quién adorar, y toda su vida cambia. Por eso es que no podemos tratar de obligar a la gente a una mecánica, porque no es la mecánica la que hace que una persona tenga la experiencia, sino conocerlo a él; Cuando lo conoces a él, y se convierte en la esencia de tu vida, entonces, en adelante, todo lo que tú haces trae resultados diferentes.
Hay dos tipos básicos de adoración: Una, la que es producto de tu mente, de tus pensamientos. Esta adoración no es mala, pero no es la que Dios está buscando. Muchos ponen música para adorar, pero lo que hacen es calmar sus pensamientos, su mente; La verdadera adoración es la que sale del corazón. La Biblia dice que entremos por sus puertas con acción de gracias, así que la adoración de la mente te ayuda a luego entrar a la adoración del Espíritu porque, cuando tu mente –que representa el lugar santo – se abre, cuando das ese espacio en tu mente, entonces puedes acceder al Espíritu de Dios, al lugar santísimo. El problema de algunos es que solo se quedan en la adoración mental, mecánica; Esta es mejor que nada, pero no es la mayor experiencia; La mayor experiencia es abrir tu corazón de manera que se produzca esa relación desde tu interior. Que te envuelvas tanto que puedas recibir. Y tú tienes que llegar a ese nivel, el del corazón.
La adoración del corazón, lo primero que hace, es que reconoce la santidad de Dios; Porque tú no adoras a alguien que tú no exaltas. El verdadero adorador reconoce la santidad, la pureza de Dios, quien es Él; Reconoce su necesidad de Dios, que no hay nadie como Él, que sin Él, nada es. De ahí se produce la adoración correcta. El verdadero adorador reconoce lo inútil de sus obras; Que todo lo que tiene y es, es por gracia de Dios; Que no hay nada que pueda hacer para provocar que Dios le ame menos o le ame más. Cuando tú entiendes esto, tu experiencia con Dios y tu vida cambian. Tu adoración te pone en una posición diferente en tu oración, declara lo que es tu esencia, quien es Dios para ti, demuestra tu necesidad de Dios, tu relación con Él. Cuando tú entras en ese nivel, entonces sí tienes cambios en tu vida.
Hay varias cosas que ocurren en tu vida cuando, en medio de tu oración, tú adoras a Dios con el corazón. Una de ellas es que se acaban las quejas y lo negativo en tu vida. No hay forma de adorar y quejarte al mismo tiempo. El problema de muchos es que, cuando oran, hacen de su oración un tiempo de quejas: No tengo tal cosa; ¿Por qué me pasa esto? La persona que aprende a adorar a Dios de corazón, acaba con las quejas. Tú debes adorar más y quejarte menos. Cuando tú te acercas a Dios en adoración, tus quejas se acaban, los pensamientos negativos comienzan a alinearse. Por eso el salmista decía: Bendice, alma mía, a Jehová. No es una sugerencia, sino una orden. Y continúa diciendo: Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Y vuelve y le dice a la mente: Bendice, alma mía, a Jehová, y no te olvides de ninguno de sus beneficios. Porque ¡qué fácil es olvidarnos de los beneficios de servir a Dios, simplemente porque algo nos falta, porque algo nos fue mal! Y cada vez que el salmista se veía triste, preocupado, decía: Bendice, alma mía, a Jehová, y no te olvides de ninguno de sus beneficios, Él es quien te hace bien. Tu mente necesita que tú le acuerdes esto de vez en cuando.
Tú escoges: O te frustras por lo que no has alcanzado, o le das una orden a tu mente: Deja la queja, y bendice a Jehová. Háblale a tu mente: Mira lo que Dios ha hecho por ti; Él es el que te sana, el que te perdona; Así que deja de estar pensando en tonterías, y adora a Dios porque Él vela por ti.
Devocional original de Otoniel Font