La noche antes de la crucifixión, el Señor Jesús dijo a los discípulos que el Padre les enviaría un Consolador que estaría con ellos y en ellos para siempre.
Juan 14.16-18
Algunos cristianos no se dan cuenta de que el Espíritu Santo vino en el momento de la salvación para vivir de forma permanente en ellos. Y algunos que sí se dan cuenta de esto, no entienden quién es el Espíritu, cómo trabaja o por qué su presencia interior es tan significativa.
El Espíritu Santo es una persona, no solo un poder o una fuerza, y Él, junto con los otros dos miembros de la Trinidad, estuvo involucrado en la creación. Lo sabemos porque cuando el Señor creó a la humanidad, dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn 1.26). Los pronombres plurales en este pasaje se refieren a Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo.
La noche antes de la crucifixión, el Señor Jesús dijo a los discípulos que el Padre les enviaría un Consolador que estaría con ellos y en ellos para siempre (Jn 14.16, 17). Aunque el Señor ya no estaría físicamente presente, no iba a dejarlos abandonados a su propia suerte como huérfanos. Por el contrario, prometió venir a ellos a través de la presencia de su Espíritu (Jn 14. 18).
Debido a la crucifixión, hoy el Espíritu Santo es nuestro líder, guía, maestro y consolador. Su presencia en nosotros significa que somos hijos de Dios, y que ha cumplido su promesa de estar siempre con nosotros.
Devocional original de Ministerios En Contacto