Aunque, en realidad, no podamos ver esta escena como Juan, nuestra adoración debe tener el mismo sentimiento.
Apocalipsis 4
Cuando canta alabanzas a Dios, ¿piensa en lo que dice? Muy a menudo, palabras como majestuoso, santo, glorioso y justo salen de la boca sin casi pensarlas; pero son términos que describen al Dios que adoramos.
Por eso es útil que entremos con el apóstol Juan en la sala del trono celestial para ver la majestad del Señor a quien estamos exaltando, el Dios digno de recibir toda alabanza, gloria y honra. Dentro de los límites del lenguaje y de la comprensión humana finita, Juan hizo lo mejor que pudo para describir lo que vio: un trono y la gloria impresionante de Aquel que estaba sentado en dicho trono.
Otros participantes en esta escena son 24 ancianos que representan a la humanidad redimida, y cuatro criaturas vivientes que todo el tiempo dan gloria, honor y gracias a Dios, diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso” (Ap 4.8). En respuesta, los ancianos se postran y adoran, arrojando sus coronas ante el trono de Dios. Todo el reino de los cielos está cautivado por el que es digno de toda adoración. Aunque, en realidad, no podamos ver esta escena como Juan, nuestra adoración debe tener el mismo sentimiento. Lo que significa que nuestra alabanza debe centrarse en el Padre celestial, que es infinitamente más grande que todas sus criaturas, y que trasciende al tiempo y a la creación. Podemos acercarnos a esta magnífica adoración cuando, después de pasar tiempo estudiando y meditando en las Sagradas Escrituras, nuestras percepciones del Señor son exactas. Una teología sana es una adoración que exalta y honra a Dios por ser Él quien es, en realidad.
Devocional original de Ministerios En Contacto