Examinemos nuestro corazón con seriedad, confesemos cualquier pecado, pidamos a Dios que nos guíe, y luego esperemos por Él.
Josué 7.1-13
La mayoría de nosotros estamos familiarizados con la victoria de los israelitas en la batalla de Jericó, pero ¿sabe usted qué pasó después de eso? Josué intentó tomar la ciudad de Hai, y treinta y seis israelitas murieron en la batalla antes de que su ejército se retirara atemorizado. ¿Por qué, se preguntó Josué, les hizo esto el Señor (Jos 7.7-9)?
Obviamente, no estaba consciente de dos problemas. Primero, un israelita desobedeció cuando tomó el botín prohibido después de la caída de Jericó. Segundo, Dios no dio inicio a la batalla; Josué había sido persuadido por sus consejeros. Debido a que Josué no buscó consejo celestial, no se enteró del delito del israelita hasta que fue demasiado tarde. Después de que el malvado hombre fue condenado a muerte, Josué esperó la señal de Dios para tomar Hai. Entonces, y solo entonces, el ejército hebreo tuvo éxito (Jos 8.1-25).
¿Puede usted verse cometiendo un error semejante al de Josué, es decir, tratar de manejar una situación con sus propias fuerzas? Es más fácil de lo que pensamos cuando el pecado tuerce nuestro pensamiento y obstaculiza nuestra comunicación con el Padre celestial. Examinemos nuestro corazón con seriedad, confesemos cualquier pecado, pidamos a Dios que nos guíe, y luego esperemos por Él. Recuerde que la dirección de Dios siempre es la mejor.
Devocional original de Ministerios En Contacto