Aunque las Sagradas Escrituras nos dicen que busquemos al Señor, muchos cristianos luchan con este mandato.
SALMO 105.1-7
Aunque las Sagradas Escrituras nos dicen que busquemos al Señor, muchos cristianos luchan con este mandato. Algunos están tan distraídos por otros intereses y responsabilidades, que Dios es solo una parte minúscula de sus propósitos y deseos en la vida. Cuando se enfrentan a su responsabilidad de buscarle, a menudo se sienten culpables, pero no saben cómo empezar. Cuando el deseo por el Señor sobrepasa nuestro afán por otras cosas, seguirle se vuelve más natural; y el hambre del Señor puede ser como un gusto adquirido. Cuanto más le buscamos, más grande será nuestra hambre. Pero si le ignoramos, el poco apetito que tengamos disminuirá aún más. ¿Encuentra que esto último describe su experiencia? Si es así, pídale al Padre celestial que le abra el apetito por Él, y siga adelante haciendo el esfuerzo de buscarle.
Comience con la Biblia y la oración. Dedique tiempo cada día para meditar en la Palabra: escuche la voz de Dios, digiera poco a poco lo que lee, hable con el Señor, hágale preguntas, y aplique a su vida lo que aprenda. Comience a estudiar la Biblia. Quizás usted diga: “Eso nunca me ha gustado”. Mi consejo es: ¡Comience a hacerlo! Las cosas profundas de Dios no nos caen en el cerebro; se desarrollan por medio del estudio diligente. Buscar algo con afán requiere tiempo y esfuerzo. ¿Invertirá su vida en la búsqueda del Eterno, la fuente de todo contentamiento, gozo y esperanza? ¿O irá tras lo que es efímero? Al descuidar al Señor, usted se priva de todos los beneficios que Él promete a aquellos que le buscan con interés.
Devocional original de Ministerios En Contacto