En el Calvario, el Señor mostró su gracia para que todo el mundo la viera.

Romanos 3.21-27

En el Calvario, el Señor mostró su gracia para que todo el mundo la viera. La cruz representa su santidad y amor. Desde allí, derramó misericordia sobre gente que no la merecía: toda la humanidad, incluidos usted y yo.
Nuestro Dios santo es tan perfecto que ningún hombre o mujer puede mirarlo y después vivir (Ex 33.20). El problema tiene que ver con nuestra naturaleza pecaminosa: todos tenemos el deseo innato de rebelarnos contra su autoridad (Ro 3.10). Cualquiera que piense de otra manera se engaña (1 Jn 1.8). Es importante entender que Dios odia el pecado. Él no puede dejar que el mal permanezca en su presencia, por lo cual pronunció una sentencia de muerte sobre los pecadores (Ro 6.23).

Pero las Sagradas Escrituras también nos dicen que Dios es amor (1 Jn 4.8), y desea que todos pasemos la eternidad con Él. Sin embargo, eso no anula el problema de nuestro pecado y el castigo que merecemos.
El Señor no puede violar su propia naturaleza. Aunque Dios ama a la humanidad, su santidad se vería comprometida si permitiera la inmundicia del pecado en su presencia. Así que el Padre hizo un camino para limpiar los corazones sucios y transformar las vidas descarriadas: puso el pecado de toda la humanidad sobre los hombros de Jesucristo. El Padre envió a su Hijo santo para ser un sacrificio perfecto a nuestro favor. En otras palabras, Cristo tomó nuestro pecado sobre sí y murió en la cruz en nuestro lugar. Al confiar en Él como nuestro Salvador, recibimos su perdón y somos hechos nuevos (2 Co 5.17). Desde entonces, nuestro Padre nos ve como santos, perfectos y bienvenidos en su presencia.

Devocional original de Ministerios En Contacto

La cruz: Un despliegue de gracia

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