Lo único que hace que el pecado sea imperdonable es un corazón duro sin arrepentimiento.

Mateo 12.22-32

El pasaje de hoy es aterrador. La idea de que un pecado puede ser tan malo que es imperdonable, a veces lleva a las personas a temer que lo hayan cometido. Por eso es importante entender el contexto de esta declaración que el Señor Jesús hizo a los fariseos. Aunque habían visto evidencia convincente de que Jesucristo era el Mesías, los fariseos se negaron a creer en Él. Es más, atribuyeron a Satanás los milagros que Cristo realizó por el poder del Espíritu de Dios. Esta blasfemia del Espíritu Santo era imperdonable, porque a pesar de la revelación más clara de Dios, todavía no estaban dispuestos a aceptar al Señor Jesús como el Mesías. Su falta de arrepentimiento les impidió recibir la salvación.

Ya que las personas que viven hoy en día no tienen la innegable presencia de Jesucristo en el mundo de manera física, el pecado imperdonable de los fariseos no se aplica a nosotros. Sin embargo, es posible que las personas terminen en un estado imperdonable. Esto sucede cuando alguien rechaza una y otra vez la convicción de pecado, y la clara revelación de Jesucristo como el Salvador. Con cada rechazo, el corazón se vuelve más duro; al final, la calcificación evita que se perciba cualquier impresión que el Espíritu de Dios trate de hacer. Si a usted le preocupa pensar que ha cometido el pecado imperdonable, entonces puedo asegurarle que no lo ha hecho, porque aún siente la convicción del Espíritu. Dios no le niega la salvación a un pecador arrepentido que venga a Él para recibir el perdón por medio de la fe en su Hijo. Lo único que hace que el pecado sea imperdonable es un corazón duro sin arrepentimiento.

Devocional original de Ministerios En Contacto

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